Cuota Humana

Nos hemos criado en una sociedad que (afortunadamente) está cambiando a pasos agigantados. Pero aún nos queda muchísimo camino por recorrer. Estamos inmersos en un proceso de transformación de valores, y en la búsqueda constante e incesante de esa igualdad soñada y tan necesaria en lo que se refiere a derechos humanos.

Porque somos humanos, no nos olvidemos de eso. Ese es nuestro punto de partida, que no se nos pierda el principio básico y fundamental de todo esto, aunque muchas veces nos cueste creer en la humanidad de las personas. Al ver cómo hemos llegado a este punto en el que ya no tenemos los mismos derechos simplemente por ser humanos (que es de lo que se trataría), sino que tenemos derechos adquiridos en función del color de nuestra piel, del lugar geográfico en el que hemos nacido y del sexo de cada uno, entre muchos otros factores. Y es ahí donde reside nuestra lucha y donde se vuelcan los esfuerzos de todos los que aún creemos que puede haber un mundo más justo y más igualitario.

Pero no podemos obviar que el punto de partida (paradójicamente) es lo diferentes que somos. Y es que somos diferentes, eso está claro, es un hecho, y es, precisamente esa diferencia, lo que nos hace únicos e irrepetibles (y maravillosos, tal y como nos repetían una y otra vez en mi cole cuando era pequeña). Ahora bien, hay que saber gestionar bien dichas diferencias y hacer que se complementen, y no podemos dejar que esas diferencias sean las que hagan que la balanza siempre se incline a favor del más “fuerte”, sino que el objetivo es equilibrarla y que unidos ayudemos a quien tiene más dificultades en un ámbito y que nos dejemos enriquecer por sus fortalezas en otros ámbitos.

Porque está claro que esas diferencias hacen que unos destaquen en unas cosas y otros en otras. Y si dejamos que los más fuertes en unos ámbitos dominen el mundo, se produce un “monopolio” humano que condena al hundimiento y al fracaso a aquellos que en esos puntos no son tan fuertes, y a una pobreza global de monos de laboratorio.

Y nos vamos a hablar de lo que nos ocupa, de la diversidad de género. Es difícil llegar a conseguir una igualdad de derechos cuando, ya a priori, nuestra casilla de salida en muchos aspectos está en la posición menos 1. Los esfuerzos que se nos exigen son infinitamente superiores para llegar a alcanzar el mismo resultado impuesto a ambos sexos. Estoy hablando, concretamente, del ámbito laboral. Es difícil tomar medidas para intentar conseguir dicha igualdad, porque es algo que está tan interiorizado en la sociedad que hasta que no se cambie de mentalidad es muy complicado de conseguir. Reconozco que personalmente no estoy del todo de acuerdo con muchas de las medidas adoptadas. No tengo duda de que se tomen con la mejor de las intenciones, pero no siempre nos ayudan a las mujeres, sino todo lo contrario, nos echan más piedras encima. Analicemos, por ejemplo, la cuota mujer. ¿Por qué en una empresa se establece el número de mujeres que tienen que ocupar puestos de dirección, o que tienen que contratarse en un proceso de selección? ¿No nos damos cuenta de que esta medida en si misma es la más discriminatoria que puede haber? Creo que nos hace un flaco favor a las mujeres. No queremos migajas, ni restos, no queremos que nos contraten o nos hagan directoras porque haya que hacerlo, porque sí, porque nacimos mujeres. Queremos conseguir esos puestos porque LO VALEMOS, porque nos hacemos valer, por meritocracia y no por lástima. ¿Y si una mujer es seleccionada en un proceso de selección, sólo por el hecho de cumplir la cuota, pero no tiene la valía suficiente ni la capacidad para liderar ese puesto? Ahí es cuando salen todas las críticas y los agravios comparativos. No podemos dejar que eso ocurra porque es un paso atrás en la lucha por la igualdad. No queremos (yo al menos) una cuota engañosa, que disfraza la economía y que llena de orgullo a los que su trabajo se mide y valora en números. Yo lo que quiero es que se me respete y se me den las mismas oportunidades que a todos para demostrar lo que valgo.

Tenemos que valorar a las personas abstrayéndonos de las diferencias intrínsecas genéticas de cada uno. Valorar el interior, como bien dice una de mis películas favoritas (y de muchos niños de 10 años) “La Bella y la Bestia”. Es muy fácil decirlo, está claro, principalmente porque no tenemos que olvidar tampoco lo que nos viene enseñado de fábrica, de años atrás, culturalmente. Y estamos dando grandes pasos en cuanto a diversidad se refiere, pero no olvidemos que AÚN QUEDA MUCHO.

Soy de las que piensa (aquí igual se me echa alguien encima) que los movimientos extremos llevan a un sinsentido que tampoco nos ayuda. Los feminismos llevados al extremo no nos hacen ningún favor tampoco. Hay que luchar por las injusticias reales, en eso estoy de acuerdo, pero no se puede batallar por cualquier cosa sin peso porque eso nos resta credibilidad en el campo principal.

La sociedad está cambiando mucho, pero el camino por recorrer es kilométrico aún. Tenemos que hacernos valer, tenemos que demostrar que sólo por haber nacido mujeres no somos el género débil, ni el fuerte, sino el complementario. Y más allá de género, tenemos que hacernos valer como personas, y destacar los valores humanos por encima de cualquier otro valor. Es lo que nos diferencia de los animales (además por supuesto del raciocinio), y uno de los valores fundamentales que considero que todo ser humano debería luchar por conseguir es la empatía. Si todos fuéramos capaces de ponernos en el lugar del otro, el mundo sería más bonito y principalmente mucho más humano, que de eso andamos escasos. Ya partiendo de esta base, tendríamos un largo camino recorrido y los resultados vendrían casi solos.

Dejémonos de cuotas mujer y exijamos una cuota humana. Ése si que sería un buen logro y pondría los valores fundamentales a la cabeza del mundo. Que el requisito indispensable en todos los ámbitos de la vida fuera tener principios y ética, tener valores, ser respetuosos y actuar como personas por encima de todo. Da igual hombre o mujer, con o sin dinero, de un color de piel u otro…que sea PERSONA en el sentido global de la palabra, no en el superficial. Porque hay cosas en la vida que no se aprenden, que vienen dadas, y cuando tenemos la suerte de encontramos con alguien puro de corazón, ahí sí que tendríamos que guardarle plaza para que consiguiera lo que se propusiera en la vida. Ésa es la gente que debería mover el mundo.

Temática: Perspectiva de género, Igualdad

BIO: Aitana Avila Arzanegui (Bilbao, 1986). Me licencié en el año 2009 en Administración y Dirección de Empresas en la facultad La Comercial de la Universidad de Deusto. Desde entonces, he ido desarrollándome tanto profesional como personalmente hasta encontrar mi sitio actual. Trabajo en el departamento de RRHH de Telefónica. Gracias a mi trabajo, estoy en contacto diario con temas de diversidad e igualdad, así como de relaciones y derechos laborales. A nivel personal, soy una persona muy inquieta. Uno de mis hobbies es la cocina, motivo por el cuál me presenté el año pasado al casting de Masterchef 7, donde llegué a ser finalista de la edición. Una experiencia maravillosa que se me quedará en el recuerdo de por vida.