Sin empresas no hay bienestar futuro

Que en Euskadi, y por consiguiente en Bizkaia, mantenemos una buena calidad de vida en términos generales es una afirmación que conviene enunciáramos y escucháramos cada cierto tiempo para no perder la perspectiva de nuestra situación. Existen multitud de datos y variables que lo confirman: PIB per capita, gasto en Sanidad o en Educación, salarios o pensiones medias, etc.. Quienes no se ven beneficiados de este bienestar general son y deben ser objeto de atención  de las políticas sociales de la Administración con el fin de ofrecerles una calidad de vida aceptable y una orientación para mejorar su situación.

Esta sencilla realidad que vivimos y que quisieran para sí muchos territorios  incluso de Europa solo se sostiene si somos capaces de obtener ingresos públicos suficientes que compensen el gasto dedicado a generar nuestro bienestar. Más aun en un marco fiscal de responsabilidad como es el que nos hemos dotado a través del Concierto Económico. Y bajo la obviedad de que la recaudación fiscal proviene principalmente de la actividad económica y el consumo, en el caso del IVA, de los beneficios de la empresa, en el caso del Impuesto de Sociedades, y de la rentas personales obtenidas principalmente por tener un empleo, en el caso del IRPF, parece lógico pensar que son las empresas las encargadas de sostener económicamente en el tiempo un Estado de Bienestar que queremos disfruten las generaciones futuras. Ellas son las que provocan el intercambio de bienes y servicios, generan casi todo el empleo, y en ocasiones puede que hasta obtengan un beneficio que les permita continuar la actividad. Las empresas son la herramienta imprescindible para poder seguir siendo un territorio con calidad de vida generalizada.

En los seis años de crisis, Euskadi perdió 7963 empresas, un 12,3% de las que tenía, de las cuales 3050 eran vizcaínas. Por el contrario, en los tres años de recuperación económica solo hemos sido capaces de aumentar el número de empresas en 898, siendo el 2017 un año de apenas crecimiento en este aspecto. A este ritmo, necesitaríamos más de 26 años para recuperar el tejido empresarial perdido en 6 años de crisis, algo impropio de un país que ha sido cuna de emprendedores.

Es evidente que los tiempos cambian y, en ocasiones, las generaciones futuras no copian patrones de las anteriores. En el caso de Euskadi y en lo que a creación de proyectos empresariales se refiere hace tiempo que dejamos de ser lo que fuimos. Son muchas las causas que influyen sobre ello, a mi entender. Creo que transmitimos equivocadamente la sensación de que el futuro del Estado de bienestar está garantizado económicamente, que incluso nuestra economía soporta un aumento ilimitado de ese gasto, mientras por otro lado no hacemos lo posible, en base a nuestra capacidad normativa, para hacer de nuestro territorio un lugar fiscalmente atractivo para la inversión exterior y el desarrollo de nuevos proyectos. Si el futuro está en las siguientes generaciones debemos darles oportunidades para desarrollarse como personas a la vez que responsabilizarles de su necesaria aportación a la riqueza del país. Por ello considero imprescindible ofrecer a la juventud en edad escolar y universitaria una correcta visión de lo que es la empresa y su aportación, del valor social del empresario y de la empresaria, y de la necesidad de cuidar y fomentar la existencia de ambas. Necesitamos una marea de vocaciones empresariales que permita mantener en el tiempo las características tradicionales de la empresa vasca, una empresa de base principalmente industrial, innovadora, internacionalizada y comprometida con las personas y con su entorno. De ello dependerá nuestro futuro.

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Sin empresas no hay bienestar futuro

Que en Euskadi, y por consiguiente en Bizkaia, mantenemos una buena calidad de vida en términos generales es una afirmación que conviene enunciáramos y escucháramos cada cierto tiempo para no perder la perspectiva de nuestra situación. Existen multitud de datos y variables que lo confirman: PIB per capita, gasto en Sanidad o en Educación, salarios o pensiones medias, etc.. Quienes no se ven beneficiados de este bienestar general son y deben ser objeto de atención  de las políticas sociales de la Administración con el fin de ofrecerles una calidad de vida aceptable y una orientación para mejorar su situación.

Esta sencilla realidad que vivimos y que quisieran para sí muchos territorios  incluso de Europa solo se sostiene si somos capaces de obtener ingresos públicos suficientes que compensen el gasto dedicado a generar nuestro bienestar. Más aun en un marco fiscal de responsabilidad como es el que nos hemos dotado a través del Concierto Económico. Y bajo la obviedad de que la recaudación fiscal proviene principalmente de la actividad económica y el consumo, en el caso del IVA, de los beneficios de la empresa, en el caso del Impuesto de Sociedades, y de la rentas personales obtenidas principalmente por tener un empleo, en el caso del IRPF, parece lógico pensar que son las empresas las encargadas de sostener económicamente en el tiempo un Estado de Bienestar que queremos disfruten las generaciones futuras. Ellas son las que provocan el intercambio de bienes y servicios, generan casi todo el empleo, y en ocasiones puede que hasta obtengan un beneficio que les permita continuar la actividad. Las empresas son la herramienta imprescindible para poder seguir siendo un territorio con calidad de vida generalizada.

En los seis años de crisis, Euskadi perdió 7963 empresas, un 12,3% de las que tenía, de las cuales 3050 eran vizcaínas. Por el contrario, en los tres años de recuperación económica solo hemos sido capaces de aumentar el número de empresas en 898, siendo el 2017 un año de apenas crecimiento en este aspecto. A este ritmo, necesitaríamos más de 26 años para recuperar el tejido empresarial perdido en 6 años de crisis, algo impropio de un país que ha sido cuna de emprendedores.

Es evidente que los tiempos cambian y, en ocasiones, las generaciones futuras no copian patrones de las anteriores. En el caso de Euskadi y en lo que a creación de proyectos empresariales se refiere hace tiempo que dejamos de ser lo que fuimos. Son muchas las causas que influyen sobre ello, a mi entender. Creo que transmitimos equivocadamente la sensación de que el futuro del Estado de bienestar está garantizado económicamente, que incluso nuestra economía soporta un aumento ilimitado de ese gasto, mientras por otro lado no hacemos lo posible, en base a nuestra capacidad normativa, para hacer de nuestro territorio un lugar fiscalmente atractivo para la inversión exterior y el desarrollo de nuevos proyectos. Si el futuro está en las siguientes generaciones debemos darles oportunidades para desarrollarse como personas a la vez que responsabilizarles de su necesaria aportación a la riqueza del país. Por ello considero imprescindible ofrecer a la juventud en edad escolar y universitaria una correcta visión de lo que es la empresa y su aportación, del valor social del empresario y de la empresaria, y de la necesidad de cuidar y fomentar la existencia de ambas. Necesitamos una marea de vocaciones empresariales que permita mantener en el tiempo las características tradicionales de la empresa vasca, una empresa de base principalmente industrial, innovadora, internacionalizada y comprometida con las personas y con su entorno. De ello dependerá nuestro futuro.