La subida de la inflación ha puesto de moda estos días un índice propuesto en los años 60 del pasado siglo por el economista Arthur Okun: el índice de malestar económico, también conocido como el «índice de la miseria». Este índice que pone de manifiesto el deterioro de la clase media y baja, es decir la que depende mayoritariamente de las rentas del trabajo, se calcula al sumar la ratio de desempleo y la inflación medida a través del IPC.  Su interpretación es que cuanto más alto sea la ratio y especialmente comparándolo con otros países, mayor será el deterioro o creación de miseria sobre los trabajadores en este país.

El gráfico de esta semana muestra la evolución de este indicador en Euskadi en las dos últimas décadas (los datos de 2021 son estimados, con base en la información disponible hasta noviembre). A pesar del descenso del indicador de desempleo en los últimos años, el repunte debido a la pandemia y, sobre todo, la fuerte subida de la inflación está llevando el dato a los peores valores de los duros años de crisis que siguieron a Lehman Brothers y los «brotes verdes».

El índice de miseria propuesto por Okun ha sido criticado por ser excesivamente simplista, y por ello se ha propuesto por otros economistas añadir otras variables en el análisis (los costes de financiación, la tasa de la población en edad de empleo sin trabajo, la diferencia entre la inflación y el crecimiento del salario mínimo, la tasa de la población en pobreza, el índice de degradación medioambiental, el crecimiento anual del PIB, o el coeficiente de Gini).